miércoles, 19 de diciembre de 2012

La corporación. Max Barry.

La verdad es que no sé cómo llegó esta novela a mis manos ni qué fue lo que me llevó a decidir leerla pero el caso es que ya está hecho y vais a ser participes de mi experiencia.

Por más que le doy vueltas, no imagino cuál puede ser el objetivo final -o inicial- que Max Barry perseguía con esta novela pues parece estar dirigida a todos aquellos que forman parte del mundo empresarial de una u otra manera -a ellos al menos les garantiza troncharse de la risa, a los demás no, así que no preocuparse-. Da la impresión de estar pensada como una especie de libro de gestión de empresas o como uno de esos libros de management -horror de palabra- pero que pretende ir un paso más allá e innovar en el sector dándole una visión más realista. El caso es que, a fin de cuentas, no es más que otra novela para pasar un rato más o menos entretenido y que no creo que deje en buen lugar a ese extraño, paradójico, a veces irracional, a veces surrealista, ilógico e impersonal ser en que puede convertirse toda gran empresa.

Zephir es una gran corporación que ocupa todo un edificio de oficinas en Seatle y cuyo funcionamiento se basa en los principios empresariales desarrollados en un manual, récord de ventas, titulado El sistema de gestión omega. No quiero contaros mucho sobre esto pues creo que la gracia de la novela está precisamente en descubrirlos según avanza la trama. Pero por adelantaros algo, las plantas de los edificios van en orden descendente -el vestíbulo se corresponde con la planta 20 y la última planta es la 1- porque es de suponer que de esta manera el trabajador se siente más motivado según va ascendiendo de puesto y de planta al acercarse a los primeros números. Otra práctica curiosa es que a los despedidos no se les permite acceder a sus puestos una vez conocen la noticia porque de esta manera no se ven tentados a destruir o difundir documentos importantes de la empresa. Básicamente Zephir, es una empresa impersonal, en la que todas sus plantas son iguales y los colores y logos corporativos adornan cada rincón del edificio.Una empresa en la que sus empelados casi ni se conocen y desarrollan conductas extrañas, dónde los puestos de trabajo y los niveles de su personal están muy diferenciados y los departamentos parecen relacionarse entre sí casi como si pertenecieran a empresas diferentes o fueran empresas diferentes en sí mismos. A esta empresa llega un nuevo empleado, Jones, que en seguida empieza a cuestionarse el extraño funcionamiento de Zephir y que no parará hasta descubrir el verdadero objetivo de la empresa para la que trabaja. Algo que se desvelará mucho antes de lo que se promete la editorial -ya se sabe que en este aspecto se permiten ciertas licencias-.

En general, es una historia entretenida y divertida por lo disparatado de las anécdotas narradas y de las relaciones que se llegan a establecer entre sus personajes. Desde luego su final es sorprendente, brutal diría yo pese a la falta de detalles -escabrosos-, sólo los justos para que el lector pueda hacerse una idea de las consecuencias. Seguro que tiene su moraleja y seguro que estará relacionada con las condiciones laborales y con el ambiente empresarial que se genere en un lugar en el que los trabajadores pasan la mayor parte de su tiempo -desde mi particular visión creo que me arriesgaré a decir que se refiere a que los trabajadores deben tener ciertas libertades relacionadas con el desempeño de su trabajo y que deben gozar de un ambiente agradable pero que, al mismo tiempo, necesitan de alguien que les guíe y les dé ciertas pautas de conducta que eviten el acomodamiento y la relajación extremas-, yo lo único que he sacado en claro es que el lenguaje empresarial representa otro idioma para las personas de a pie, entre las que me gusta incluirme, incluso dudo que dicho idioma pertenezca a este planeta o a esta galaxia, así que no os quiero ni contar lo que pienso de las relaciones o las estrategias empresariales. Sólo me alegro de no pertenecer a ese mundo, o mejor, que el mundo al que pertenezco no sea tan extremo.

Un saludo, Lola.

P.D: un saludo para el traductor. Se nota que sufrió en el desempeño de su labor. Sobre todo hacia el final de la novela en el que aparecen partes realmente carentes de sentido.

P.D 2: Feliz Navidad!