viernes, 25 de enero de 2013

Los Radley. Matt Haig

Pues resulta que hace tiempo que conocía esta novela, justo desde que vi su reseña en Y tú, qué lees? allá por el mes de diciembre de 2010 , y de sobra sabía que me gustaría pero siempre la guardé a la espera de uno de esos momentos en los que no tienes muy claro lo que quieres leer. Después de haber pasado y descartado El aviso de Paul Pen y Quien fuera Dios de Tibor Fischer, este último sí que me gustaría retomarlo un poco más tarde, estaba convencida de que su momento había llegado. Justo ayer terminé de leerla y la verdad es que es una novela que me ha gustado bastante por su humor "británico", tan sutil y contenido, concentrado en una familia tan extravagante como la misma vida real, su ritmo y los giros que el autor da a la narración y los toques de misterio que se van revelando poco a poco hasta llegar a un desenlace difícil de aventurar de antemano.

Los Radley son una familia de clase media y acomodada con trabajos corrientes, hábitos y rutinas corrientes y amigos con aficiones corrientes, o al menos eso es lo que quieren ser pero lo cierto es que la naturaleza del ser y los instintos son más fuertes que el deseo o el auto control. Pero vayamos por partes. Hellen es una ama de casa entregada que prepara cada día el almuerzo de su marido con pan integral, pone lavadoras y a la que le gusta beber vino en las comidas y hacer estofado los domingos, también forma parte de un club de lectura que se reúne habitualmente para comentar las novelas históricas que leen y tomar un pequeño tentempié a media mañana. Peter es médico de cabecera y practica remo en la máquina que tiene en su dormitorio, pero el caso es que, últimamente, su matrimonio no pasa por un buen momento y todo apunta a una crisis que han mantenido oculta desde hace años, quizá unos diecisiete. Y que no es lo único que han mantenido oculto - sus hijos aún no saben lo que son - . Clara es una amante de los animales pero incomprensiblemente todos parecen tenerla un miedo irracional, ahora ha decidido hacerse vegana aunque la falta de carne le está pasando factura y a Rowan le encanta leer la poesía de Lord Byron, es un chico sensible que sufre el amor en secreto y que, cada vez que sale de casa, se pone su crema de protección factor 60 pero aún así su piel está llena de unos sarpullidos que también son el objeto de burla de sus compañeros de clase. La desgracia llegará a su hogar y no vendrá sola pues después de años sin tener contacto, Will, el hermano mayor de Peter volverá a sus apacibles y monótonas vidas para ponerlas patas arriba. Will es el hermano libre y carismático que nunca negó su naturaleza y que no entiende como su hermano y su cuñada tratan de ocultar lo que son, no cree que merezca la pena el esfuerzo cuando se vive tan bien de la manera en que él lo hace, en realidad es una pérdida de tiempo que les está costando la salud. Bueno pues estando la familia al completo, el misterio, los celos, las envidias y los secretos familiares están servidos. Y si a esto le añadimos un poquito o un muchito de sangre pues tenemos una novela de vampiros bastante interesante y entretenida que trata de la aceptación de la propia naturaleza y personalidad de cada uno y de la frustración y soledad que se pueden sentir pese a tener todo lo que uno quiere tener pues eso puede implicar tener que renunciar a ciertos aspectos de la vida. En definitiva, que nunca estamos contentos con lo que tenemos y que nunca se puede tener todo, aunque siempre encontraremos la manera de sobrevivir.

Un saludo, Lola.

martes, 15 de enero de 2013

Casa de verano con piscina. Herman Koch

Tenía muchas ganas de leer esta novela, quizá para sacarme la espinita que tenía clavada en forma de decepción respecto de La cena pero la verdad es que, después de Casa de verano, tengo otra percepción de la anterior. Creo que ahora la tengo en más alta estima. Creo que ahora entiendo mejor el funcionamiento de los planteamientos, más de los morales, de Koch -nada es lo que parece ni nada es tan fácil como parece-.

Marc Schlosser es un  médico de cabecera de éxito gracias a sus veinte minutos de consulta. Esta es una deferencia hacia sus pacientes por la que se ha ganado cierta  fama pues ningún otro médico muestra el suficiente interés hacia cada caso como para dedicarle veinte minutos, aunque en realidad el suyo es un plan demasiado bien calculado, él sólo necesita un minuto para estar seguro del diagnóstico. Todo le va relativamente bien hasta que un día aparece en su consulta Ralph Meier, un importante actor que recurre a él animado por su falta de reparos hacia la receta de según qué medicamentos. A partir de ahí, los acontecimientos se precipitan y de acudir a la representación de una obra teatral a compartir unos días en la casa que los Meier tienen alquilada en una zona de costa, todo termina siendo uno. Las pasiones del ser humano, a veces, nos hacen hacer cosas impensables que ni se nos pasarían por la cabeza en otras circunstancias. Sólo es necesario un fatal acontecimiento y un malentendido para que la vida de un grupo de personas relacionadas entre sí en mayor o menor medida, cambie para siempre. Creo que las consecuencias del subjetivismo nunca han estado más claras ni  se mostraron de manera tan evidente.

Herman Koch vuelve con esta historia a hacer un análisis de la sociedad occidental, de sus valores y de sus prejuicios y de las relaciones entre los seres humanos. A través del protagonista, el autor plantea una serie de cuestiones que es difícil confesar pero que seguro todos nos hemos planteado, muchas de ellas tienen que ver con el campo de la medicina, con la interacción médico-paciente o sobre el sistema sanitario danés, al que critica con bastante dureza, pero hay otras que nos pueden resultar más próximas y que están relacionadas con el ámbito de las relaciones humanas. Y a partir de toda la situación creada de la que se valdrá para desarrollar la personalidad de cada uno de los personajes y de los estereotipos que representan, el lector se verá obligado a plantearse ciertos dilemas sobre los que deberá emitir su propio juicio de valor sin más remedio. Esto es lo que más me cuesta de Koch puesto que consigue que, conocidas todas las circunstancias, una vez leída la historia, sea muy difícil posicionarse, sin genero de dudas, del lado correcto, en ocasiones, es más difícil incluso saber cuál es el lado correcto con total seguridad. Todo lo que plantea tiene tantos matices que cualquier conclusión a la que el lector pueda llegar tendrá un pero, o varios. En ocasiones -para mí, en esta ocasión- si le das las suficientes vueltas al asunto puede que incluso el bueno, al final, sea más malo que el propio malo. Y luego está lo del misterio y el suspense de la trama, los sospechosos van cambiando a lo largo de la historia y hasta el final no se descubre al culpable, aunque después de todo lo dicho, este pequeño detalle se pierde y carece de valor o interés.

A partir de aquí, es algo que tengo que decir y no puedo callar, así que algunos podríais dejar de leer por vuestro bien personal. Prometo intentar no desvelar lo importante y, de hecho, creo que no lo haré porque se pueden decir tantas cosas que, en realidad, aquellos que ya hayan leído la novela, pensarán que no digo nada.

La verdad es que no siento ninguna simpatía por Marc. No dudo que sea buen médico pero no es buena persona. No siente ningún interés por sus pacientes ni por su estado de salud, es cínico, mal pensado, en ocasiones desagradable, machista, misógino, más un largo etc. que no se salva ni siquiera teniendo en cuenta que la forma y sólo la forma en que dice lo que dice tiene su gracia. Y me quiero olvidar de su falta de escrúpulos y la carencia del sentimiento de culpa o arrepentimiento. Tampoco es que Ralph me encante. Sus pensamientos hacia las mujeres no son sanos, incluso llegan a ser repulsivos, pero para ser exactos y estrictos con los hechos, nunca a dado el paso de hacer lo que desearía y se le juzga sólo porque sería capaz de hacerlo. La capacidad de hacer es propia de cualquiera de nosotros pero eso no significa que vayamos a dar rienda suelta a nuestra imaginación, claro que plantearse acciones así no es muy propio de personas normales -quiero decir que alguien que piensa así debería mirárselo y mucho más si piensa que es normal pensar así-. Arrrrgggg! Veis lo que hace! A esto es a lo que me refiero cuando digo que Herman Koch me da rabia. No es un autor fácil. Aunque plantearse este tipo de análisis y dilemas no viene mal de vez en cuando para darse cuenta de la salud mental propia. Ah! y además está el respaldo con el que finalmente cuenta Marc por parte de otros personajes como si lo que hace estuviese justificado cuando él mismo sabe que no es así, ni mucho menos podemos pensar que se le vaya a pasar por la cabeza hacerlos partícipes de sus dudas o, más bien, ya muy al final, certezas. En fin que si os apetece participar de este lío no os podéis perder Casa de verano con piscina, así sabréis de lo que hablo.

Un saludo, Lola.

P.D: Os dejo un enlace a los antecedentes, La cena. Herman Koch