miércoles, 27 de noviembre de 2013

Mañana lo dejo. Gilles Legardinier.

Esta novela había pasado varias veces por mis manos, parecía una lectura entretenida y agradable, puede que incluso optimista, una historia con la que sería fácil identificarse, así que la verdad es que estaba muy animada cuando por fin me decidí, aunque haya sido con mayor o menor tino. Tengo que reconocer que la historia empieza bastante bien, me reí mucho con las ocurrencias de la protagonista, y cuando digo mucho, me refiero a carcajadas sin importar el cuándo o el dónde, seguro que más de uno sabrá a lo que me refiero. En la vida de Julie todo resulta cómico y ridículo a la vez, una característica envidiable si tenemos en cuenta el tedio al que nos enfrentamos el resto de los mortales en nuestro día a día, pero siento decir que según avanza la narración, la cosa va perdiendo intención y la Julie de la primera parte de la novela apenas se adivina a medida que las páginas pasan, y sí que, de vez en cuando, reaparece de forma milagrosa pero tímida. Una verdadera pena. En cuanto a la trama, pues tiene su gracia eso de hacer lo imposible por conseguir que el nuevo vecino se fije en ti, los momentos en que la imaginación vuela ante el desconocimiento no tienen precio, pero una vez que eso ocurre, la existencia de esta pareja se vuelve monótona y aburrida, y eso que el autor se esfuerza por crear misiones imposibles rodeadas de misterio para la protagonista, aunque resultan tan surrealistas que cuesta imaginar que algo así pueda ocurrir. En fin, que lo único que me queda ahora son la desolación y desilusión más absolutas una vez terminada de leer la novela, y creerme si os digo que algo quería sospechar respecto a este resultado, soy mal pensada por naturaleza y cuando una novela empieza tan bien, me resulta muy difícil creer que el autor vaya a ser capaz de mantener ese ritmo hasta la última página. Bueno pues ahora que parece que me desahogado ya podemos pasar al argumento.

Julie es una joven francesa a la que le aburre su estable trabajo en un banco pues está segura de que no ha nacido para el acoso, y que acaba de salir de una relación que, al igual que su trabajo, no le aportaba nada ya que llega a la conclusión de que sólo se había enamorado de un estúpido con un bonito trasero. A pesar de todo, Julie es feliz viviendo a sólo un par de calles de la casa donde pasó toda su infancia, conoce los comercios del barrio y a quienes los regentan, de hecho acabará trabajando en la panadería en la que ya compraba el pan cuando era una niña, y a todos sus vecinos, bueno, a todos no ya que un nuevo nombre aparece misteriosamente en el buzón que hay junto al suyo, Ricardo Patratas, y con ese nombre es inevitable que la imaginación vuele, más cuando la curiosidad de Julie es infinita. Así, Julie se esforzará al máximo por conocer todo lo posible respecto de su nuevo vecino y una cosa llevará a la otra, hasta el punto de poner su vida patas arriba. La conclusión inevitable es que, en esta vida, con un poco de empeño e ilusión, todo se puede lograr. Quizá el destino no esté escrito y, si lo está pero no nos termina de convencer, sólo es cuestión de ponerse manos a la obra.

Sin más que añadir,
Un saludo, Lola.

jueves, 21 de noviembre de 2013

LA FRASE DEL DÍA

Mi abuela solía decir que las alegrías compartidas se multiplican y las penas compartidas se dividen.



Mañana lo dejo. Gilles Legardinier. Página 219.

jueves, 14 de noviembre de 2013

LA FRASE DEL DÍA

La insatisfacción de los humanos, es querer siempre algo más, algo mejor, algo distinto, es el origen de innumerables desdichas. Además, la felicidad es minimalista. Es sencilla y desnuda. Es una casi nada que lo es todo.


La ridícula idea de no volver a verte. Rosa Montero. Página 201.



P.D. No sé por qué tenía esto guardado, escrito en un trocito de papel, dentro de la agenda.