martes, 2 de diciembre de 2014

Seis días de diciembre. Jordi Sierra i Fabra


La verdad es que me ha gustado mucho volver a tener noticias de Miquel Mascarell, más aún cuando no las esperaba, no sé por qué pero me había echo a la idea de que el crimen que investigó en Dos días de mayo sería su último caso y no sólo por lo cerca que estuvo de no salir con vida de él. Quizá sea porque siempre pienso que está demasiado mayor para los líos en los que se mete, o le meten. En fin, espero que tengamos Mascarell para rato.

Ahora es su "amigo" Lenin, un raterillo de poca monta al que metió en el calabozo en más de una ocasión y con el que luego le tocó compartirlo, quién le hace partícipe de un extraño hallazgo. Resulta que Lenin iba por la calle cuando es testigo de un accidente de tráfico, un taxi que choca contra un camión, los conductores discuten mientras el cliente del taxi intenta mediar en la disputa, la puerta trasera del taxi está abierta y en el interior hay un maletín pidiendo a gritos que lo roben. El problema surge cuando, más tarde, Lenin descubre que el propietario del maletín, un inglés llamado Alexander Peyton Cross, ha muerto en extrañas circunstancias puede que por lo que contiene ese mismo maletín que ahora está en su poder. Lenin no sólo teme por su vida si no por la de toda su familia. Si alguien ha sido capaz de matar por unos simples papeles en inglés y un cuaderno con fotos de unos cuantos cuadros, hará lo que sea por recuperarlos. Y Lenin sólo conoce a un hombre capaz de ayudarle: el inspector Mascarell. Lo que Lenin no sabe es que ese maletín pertenecía a un Monuments men, que esos papeles escritos es inglés desvelan el paradero de un importante alijo de cuadros, que se cee en manos de un general nazi oculto en España, y que ese cuaderno con fotos de cuadros es uno de los álbumes confeccionados por el propio Hitler. A Miquel no le queda otra que ayudarle, no sólo a ocultar a su familia, si no a impedir que esos cuadros sigan en manos ajenas. La cuestión es que, ahora, Miquel tiene mucho que perder, sobre todo desde que el comisario Amador se la jurara tan sólo unos meses atrás, así que si le descubre husmeando y haciendo preguntas...

No es que sea una amante de la Historia pero he de reconocer que me atrae bastante el tema de los Monuments men y su labor, no sólo por la dedicación que debía requerir investigar el destino elegido para ocultar las miles de obras de arte que Hitler expolió durante y después de la guerra, y que van desde minas hasta sótanos, si no también por el riesgo que corría esta gente al enfrentarse a personajes que ya habían demostrado con anterioridad su falta de escrúpulos. Además es un tema que se puso bastante de moda y no hace mucho a cuento del estreno de una película dedicada a ellos. Y con la película llegaron varios artículos en revistas temáticas y el descubrimiento de que antes de película fue libro.

Esta entrega tiene de especial, además de su temática, un carácter más íntimo que nos descubre la vida familiar y cotidiana de Mascarell, dejando un poco de lado la crítica más cruda de la naturaleza humana, aunque de eso también hay en esta novela. Me ha llamado especialmente la atención las veces que él mismo se cuestiona su paso por este mundo y lo que le queda en él, su vida al lado de la mujer a la que ama. No deja de repetir lo afortunado que se siente por tenerla de su lado. Me encanta eso que dice de que uno tiene la edad de la persona a la que ama. Y la pareja que hace con Lenin, el típico charlatán que al principio hace gracia pero que termina cansando, es espectacular, aunque no recordaba que el inspector fuera tan gruñón. Supongo que cuando uno está acostumbrado a trabajar solo y disfruta de la calma y el silencio que se requiere para pensar y atar cabos, pues que se lo quiten de una manera tan radical tiene que avinagrar el carácter. El estilo de Sierra i Fabra me resulta impecable, al igual que el dibujo que hace de la España sometida a la dictadura franquista, lo más triste es que determinados episodios de la Historia demuestran que la gente al final se acostumbra a todo con tal de sobrevivir, y quizá ese sea el mayor mérito. Sobrevivir cuando se tiene todo en contra.

Un saludo, Lola.